La Fetichización de las Mujeres Latinoamericanas

Mi latinidad no debe ser evaluada porque no satisface los estándares eróticos que los medios de comunicación disfrutan propagar.

Amanda Sosa

Decir que ser latina tiene sus ventajas es quedarse corto; el arte, la música, la literatura, los rituales y, sobre todo, la comida que componen mi cultura son magníficos. Sin embargo, no fue hasta que tuve unos 13 años cuando empecé a despojarme silenciosamente de aspectos de mí misma que no  corresponden con los de las mujeres que veía en la televisión representando a mi grupo étnico. Veía a famosas como la actriz colombiana Sofía Vergara representar a esta latina sexy, temperamental y seductora y me preguntaba por qué yo no poseía ninguno de esos atributos, es decir, hasta que conocí la naturaleza degradante de este estereotipo y me enfrenté a mi personalidad delgada, tímida y amante de Marvel. 

 

Sin embargo, la fetichización de la mujer latinoamericana ha prevalecido en los medios populares durante décadas. Sus cuerpos y rasgos han sido deshumanizados y exotizados hasta el punto de reducirlos a un único identificador. No es ninguna sorpresa que al buscar en Google “latina picante” una de las primeras fotos que aparezcan sea la de Carmen Miranda, la personificación de una latina fogosa. A continuación, su mirada se dirigirá a una secuencia de fotos de mujeres voluptuosas, de piel aceitunada, pelo liso y labios rojos. No olvidemos tampoco el elemento de “temperamento rápido y luchador” de esta calificación, que ha sido promocionada por la televisión durante años.

 

Sin duda, este estereotipo ha creado una cultura tóxica que ha creado unos estándares del cuerpo perfecto, de personalidad y sociales para las jóvenes latinas que son perjudiciales. Este estereotipo las reduce a personajes unidimensionales sin individualidad ni complejidad, dejándolas especialmente vulnerables a experiencias dañinas. 

 

Estudiante sénior, Jessie Vasquez, recuerda algunas experiencias con chicos que la llamaban “guapa porque tiene la piel clara,” lo que a menudo la hacía sentirse incómoda y acomplejada por su aspecto. Además, afirma que esos mismos hombres decían que “les gustan las latinas” después de hacer ese comentario.

 

Jessie es una de las muchas mujeres afrolatinas que se han visto sometidas a la cultura deshumanizadora que afianza la fetichización, que se manifiesta en comentarios sutiles como los mencionados anteriormente y hasta la discriminación más absoluta. Según un estudio realizado por el Centro Nacional de Derecho de la Mujer (National Women ‘s Law Center), las latinas ganan sólo $0.54 por cada dólar que ganan los hombres blancos no hispanos. Esta brecha salarial es el resultado de la discriminación y los estereotipos que alimentan la creencia de que las latinas tienen menos educación y están menos cualificadas que sus homólogos masculinos y no latinos, ya que los empresarios las perciben como menos competentes profesionalmente debido a su exotismo. 

 

Esta fetichización también puede verse con frecuencia entre un hombre negro hacia una latina, una mujer blanca hacia un hombre negro y un hombre blanco hacia una mujer asiática. Una estudiante negra anónima recordaba haber oído decir a un chico hispano que, debido a su piel más oscura, “tendrían unos bebés mestizos preciosos.”

 

El fenómeno trasciende las líneas raciales y etnicidades, y es el resultado de décadas proyectando a las minorías como exóticas por parte de los medios de comunicación para así hacerlos más comercialmente viables e idealistas.

 

Para combatirlo, es importante rechazar los estereotipos y las normas culturales dañinas. Las latinas, al igual que otros grupos étnicos, son más que estas pretenciosas caricaturas: mi latinidad no debe ser evaluada porque no satisface los estándares eróticos que los medios de comunicación disfrutan propagar. ¿Y qué si mis caderas mienten? Mi herencia latinoamericana, como la de millones de otras jóvenes, brilla a través de mí como una brillante armadura que no puede contaminarse ni destruirse.

 

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To say that being Latina has its benefits is an understatement: the vivid art, music, literature, rituals, and, most especially, food that composes my culture are nothing short of magnificent. Yet, it wasn’t until I was about 13 years old that I began quietly plucking away at aspects of myself that didn’t correspond with those of the women I saw on TV representing my ethnic group. I’d see celebrities like Colombian actress Sofía Vergara portray this hot, tempered, seductive Latina and wonder why I possessed none of those attributes – that is, until I was introduced to the degrading nature of this archetype and came to grips with my slim, shy, marvel-loving personality.

However, the fetishization of Latin American women has been prevalent in popular media for decades, with their bodies and features objectified and exoticized to the point where they are reduced to a single identifier. It’s no wonder that when you Google “Spicy Latina,” one of the first photos that appear is of Carmen Miranda, the personification of a fiery Latina herself. Your gaze will then be directed to a sequence of photos of voluptuous, olive-skinned, slick-haired, red-lipped women. Let us also not overlook the ‘fast-tempered and feisty’ element of this qualification which has been milked by mainstream television for years.

This stereotype has undoubtedly created a toxic culture that has created harmful body, personality, and social standards for young Latinas. It reduces them to one-dimensional characters with no individuality or complexity, leaving them especially vulnerable to harmful experiences.

BCC senior Jessie Vasquez recalls a few experiences with boys who called her “cute because she’s light skin,” which often made her uncomfortable and self-conscious about her appearance. She further asserts that the same males would claim they “had a thing for Latinas” after making this remark.

Jessie is one of many Afro-Latina women who have been subjected to the dehumanizing culture that underpins fetishization which presents itself in subtle comments like these to outright discrimination. According to a study conducted by the National Women’s Law Center, Latinas earn only 54 cents for every dollar earned by white, Non-Hispanic men. This wage gap is a result of discrimination and stereotypes that nourish the belief that Latinas are less educated and less skilled than their male and non-Latin counterparts – as they are instead perceived, by employers, as less professionally competent due to their perceived exoticism. 

This fetishization can also be seen just as frequently between a Black man towards a Latina, a white woman towards a Black man, and a white man towards an Asian woman. An anonymous Black student at B-CC recalled hearing a Hispanic boy say that because of her darker skin, “they would have beautiful mixed-race babies.”

The phenomenon cuts across racial and ethnic lines and is the result of decades of media projecting minorities as exotic in order to make them more commercially viable and idealistic.

To combat it, it is important to reject stereotypes and harmful cultural norms. Latinas, like other ethnic groups, are more than these pretentious caricatures: my Latinidad should not be evaluated because it does not meet the erotic standards that the media enjoys propagating. So what if my hips lie? My Latin American heritage, like that of millions of other young women, shines through me like a shining armor that cannot be contaminated or destroyed.